Temerle al amor es temerle a la vida, es cohibirse y prohibirse del exquisito sabor de sentimientos revueltos, es como aquel que por no sufrir se pierde del manjar más apetecido, pero que su precio siempre será alto, no se puede pretender que llegar al paraíso sea fácil, porque entonces no valdría la pena, si puedo enamorarme de aquel que pasa la calle, o que pasa a mi lado, sería tan común que perdería su sentido y el sacrificio ya no existiría.
Con un corazón de hielo no sufrirás, alguien me dijo en su momento, nadie te hará daño y no habrá posibilidad de que corran lágrimas por tu rostro, lo que no mencionó fue el vacío que poco a poco llena lo que queda de esperanzas en el alma, que la adicción al amor se va convirtiendo en adicción a la soledad, a ese intrigante y adicto sentimiento de pensar en uno mismo, de que poco a poco uno se va perdiendo y se va olvidando del mundo exterior, hasta llegar al punto del egoísmo en su extremo, de pérdida de la compasión y comprensión; eso se le olvido mencionar, y puede que no llorara pero mi corazón ya no aguantaría más soledad, más tristeza, en estas circunstancias me encontraba yo, me había convertido en un simple ente que existía, que lo hacia todo por hacerlo, sencillamente un rutina.
En esos días vivía en un mundo de fantasía, solo podía pensar en lo que me daba placer, me satisfacía, pero nunca pensé en ese corazón que alguna vez amó, entregó, sintió, sufrió, lloró y sencillamente temió volver a encontrar esos sentimientos que tanto dolor le causaron, se me olvidó pensar en el alma que vivía dentro mio, y que su alimento eran las esperanzas, mis esperanzas por conseguir siempre algo mejor en la vida, por encontrar el amor y que con cada suspiro que yo daba crecía, y era feliz, con el paso del tiempo se debilitó, ya no existía ni la conciencia, ni la voz de aquella personita que me impulsaba a actuar de acuerdo a mis instintos, ahora es personita estaba ahogada y asfixiada por tanto frío y tanto miedo.
Pero algo sucedió, alguna fibra en mi se movió cuando al ver en aquellos ojos, esos ojos perdidos entre lagrimas y tristeza, lo que me faltaba a mi, ese sentimiento de darlo todo por alguien, de luchar hasta mas no poder por conseguir el bienestar del otro y el propio, me faltaba ese picante que le daba sentido a la vida, como la lluvia, como el viento, como el fuego, como el sol, mientras miraba a esta persona brotar lágrimas, sufrir por su ser querido, y añorar volver a verle, siento que de repente en medio del silencio de una mente sin recuerdos escucho un latido de un corazón, que despierta los sentidos que se habían apagado, se habían sellado para no sentir más, siento como la sangre corre por mis venas, irriga todo mi cuerpo y calienta cada parte de mi ser, siento por fin el suave viento en mi cara, escucho los sonidos a mi alrededor, la madre cantando, el niño llorando, los carros pasando, siento en mi boca la resequedad del penúltimo beso, aquel que desprecie hasta el ultimo momento.
En mis ojos por fin siento la luz, siento el calor, siento la necesidad de abrirlos y por fin después de tanto tiempo mirar al sol, aunque esto me cegue, sé que me calentara, se que me hará feliz, entendí que por fin la salida no era no sentir, era sentir tan intensamente que todos tus sentidos se sensibilizen, que te permitas vivir, soñar y que no acorrales a un corazón que con un grito profundo ha deseado desde su primer latido amar y ser amado, desear y ser deseado; entregar todo por alguien y que ese alguien lo de todo por el....
Lola
