miércoles, 30 de abril de 2014

One miracle in a rainy afternoon... Part I

No se que ha pasado en los últimos meses. Creo que he borrado, inconscientemente todo registro del último año de mi vida. De alguna manera he llegado a un punto de mi camino, en el que estoy perdida en un parque, sin pasado ni futuro, sin ir ni venir, solo con un leve recuerdo de un pasado imperdonable. Sé, a ciencia cierta, que definitivamente ya no soy quien era antes, sé que la vida me ha golpeado de tal manera que es difícil volver a sonreír. El viento trae recuerdos y con ellos sentimientos, el sol incandescente me imposibilita la vista, y cierro los ojos. Me transporto inmediatamente a mi niñez, a esa felicidad que me invadía escuchar el timbre del citofono, esa cita tan esperada llegaba por mi. Corría sin medida, sin pensar en las consecuencias, sin pensar que podría tropezar y saltar por la ventana, solo corría escaleras abajo, con el corazón a mil por segundo, era más ansioso el momento desde que llegaba, que toda la espera anterior, solo quería correr más rápido para llegar a su presencia, lanzarme a sus brazos y volar; eso para mi era lo único que significaba la felicidad, ese sentimiento de grandeza al ver sus ojos verdes, que con autoridad me inspiraban amor y compincheria, ese hombre a quien tanto amé, era mi más grande felicidad; desde que volvía a partir, contaba los días para su próxima visita. De repente el sonido de las llantas de un carro me traen a la realidad, aún me recorre la sensación de felicidad al abrir los ojos, siento el vacío de esa ausencia que me ha marcado de por vida.

Quizás su ausencia me marco la existencia por completo, y a lo largo de mi vida solo he buscado ese afecto que tanto me negaron. Ahora sentada acá, recuerdo perfectamente como si fuera ayer, cada una de las noches que me acostaba llorando por la falta de atención que recibía de los diferentes niños que me gustaban, porque no me conformaba con enamorarme de uno no más, tenía que tener opciones, que lamentablemente todas fracasaban. Sí, realmente fue una infancia difícil, pero no por eso en la vida me he hecho la víctima ante los demás, antes, intenté alzar la cabeza, pareciendo fuerte e invencible, aunque en el interior me sintiera como una triste mosca cegada por la luz de una lámpara, completamente insignificante.

Se vienen recuerdos en ráfaga, y de nuevo es como si volara sobre mi subconsciente, y desde un plano lejano alcanzo a percibir una discusión entre un par de jóvenes, el esta negando y agitando sus manos, la grita y le da la espalda, inmediatamente el panorama se torna gris. Sus ojos vidriosos, los de ella, lo ven marchar en medio de la noche, con el corazón en la mano, lo ve subirse a un taxi y se pierde en la ciudad. Era yo, la primera vez que me rompieron el corazón, mi pecho se oprime y se me dificulta respirar, abro los ojos, y recuerdo que estoy en el parque, ahora se escondió el sol detrás de un nubarrón, se me sube un nudo a la garganta que retiene las ganas de llorar. Llevo mucho tiempo guardando lágrimas que de golpe se vienen a acongojarme la existencia.

Sin orden ni sentido, llega a mi el aroma del café, voces masculinas, veo hombres mayores vestidos de corbata, de frente lo veo a el, lo recuerdo tan perfectamente, su cicatriz en la nariz, sus pequeños crespos, su tez blanca como la nieve, su apariencia languirucha, mientras lo escucho vehemente me sonríe, sabe que por más que me hable, poca o nula atención le prestaré, como siempre, vivo pensando en otra cosa (si hubiera sabido que era en lo único que pensaba), que sonrisa aquella que me regalaba, su manos firmes y grandes, esos sueños que en servilletas de cafetería del centro me plasmaba, nuestras filosofías que sin duda cambiarían el rumbo del mundo; si, definitivamente en esas tardes de café había encontrado el placer en la felicidad de estar solo con esa persona que te hace sentir tan bien.

martes, 29 de abril de 2014

8 de Marzo de 1960

Si pudiera tomar nota de mí misma todos los días sería una manera de no perderme, de enlazarme, porque es indudable que me huyo, no me escucho, me odio y si pudiera divorciar¬me de mí no lo dudaría y me iría.
El más grande misterio de mi vida es éste: ¿por qué no me suicido? En vano alegar mi pereza, mi miedo, mi olvido (se olvida de suicidarse). Tal vez por eso siento, de noche, cada noche, que me he olvidado de hacer algo, sin darme bien cuenta de qué. Cada noche me olvido de suicidarme.
Y ahora es de día y cómo voy a matarme si tengo que ir a la oficina y pensar en tantas cosas que me son ajenas como si yo fuera un perro. Hablando de perros nadie más canina que yo en las reuniones sociales. Ayer por ejemplo en lo de F. Cuando se hablaba de América y de los orígenes y de tantas curiosidades metafísicas y antropológicas... Pero yo estaba ferozmente contenta pues me di cuenta que tampoco ellos sabían nada y tal vez ahora sí se me va a ir mi hábito infantil de creer que los otros saben sobre la muerte y sobre tantas cosas que a mí sólo me dan terror y asombro.

Alejandra Pizarnik

Again...

No logro entender este maldito juego. No veo final, no veo meta alguna, lo único que sé es que siempre de alguna maldita manera salgo perdiendo yo. Tienes esa habilidad de hacerme daño como nadie más puede. Realmente sólo quiero descansar de esta maldita pena que cargo desde el momento en que te conocí. Lo siento, te quiero tanto, pero tu nunca podrás pensar en alguien más que en ti mismo, además, de qué me sirve querer tanto a alguien, que ama a alguien más. Sinceramente este es el mayor suplicio. Mientes, y mientes tan bien. Vienes, y lo que había logrado en seis arduos meses de largas noches, lo destrozas. No te importo, nunca lo he hecho. Soy para ti, nada más que aquella que siempre está ahí. La pinche estúpida niña a quien lamentablemente te encontraste en una época solitaria de tu vida. No te hecho nada. Sólo quiero ser feliz, y sé que no te importa, pero por favor, sino vas a volver a mi, lárgate, lejos, muy lejos de mi alcance.
Ve, sé feliz y a mi déjame. No es por nada, pero en serio, déjame ir. Alguien en algún lugar valorará este cariño que busca dueño. Gracias por la comprensión.

Lola

Carta de Frida a Diego

Sr. mío Don Diego:

Escribo esto desde el cuarto de un hospital y en la antesala del quirófano. Intentan apresurarme pero yo estoy resuelta a terminar ésta carta, no quiero dejar nada a medias y menos ahora que sé lo que planean, quieren herirme el orgullo cortándome una pata… Cuando me dijeron que habrían de amputarme la pierna no me afectó como todos creían, NO, yo ya era una mujer incompleta cuando le perdí, otra vez, por enésima vez quizás y aún así sobreviví. 
No me aterra el dolor y lo sabes, es casi una condición inmanente a mi ser, aunque sí te confieso que sufrí, y sufrí mucho, la vez, todas las veces que me pusiste el cuerno…no sólo con mi hermana sino con otras tantas mujeres…¿Cómo cayeron en tus enredos? Tú piensas que me encabroné por lo de Cristina pero hoy he de confesarte que no fue por ella, fue por ti y por mi, primero por mi porque nunca he podido entender ¿qué buscabas, qué buscas, qué te dan y qué te dieron ellas que yo no te di? Por que no nos hagamos pendejos Diego, yo todo lo humanamente posible te lo di y lo sabemos, ahora bien, cómo carajos le haces para conquistar a tanta mujer si estás tan feo hijo de la chingada… 

Bueno el motivo de esta carta no es para reprocharte más de lo que ya nos hemos reprochado en esta y quién sabe cuántas pinches vidas más, es sólo que van a cortarme una pierna (al fin se salió con la suya la condenada)… Te dije que yo ya me hacía incompleta de tiempo atrás, pero ¿qué puta necesidad de que la gente lo supiera? Y ahora ya ves, mi fragmentación estará a la vista de todos, de ti… Por eso antes que te vayan con el chisme te lo digo yo “personalmente”, disculpa que no me pare en tu casa para decírtelo de frente pero en éstas instancias y condiciones ya no me han dejado salir de la habitación ni para ir al baño. No pretendo causarte lástima, a ti ni a nadie, tampoco quiero que te sientas culpable de nada, te escribo para decirte que te libero de mí, vamos, te “amputo” te mi, sé feliz y no me busques jamás. No quiero volver a saber de ti ni que tú sepas de mí, si de algo quiero tener el gusto antes de morir es de no volver a ver tu horrible y bastarda cara de malnacido rondar por mi jardín. 
Es todo, ya puedo ir tranquila a que me mochen en paz.

Se despide quien le ama con vehemente locura,

Su Frida

domingo, 27 de abril de 2014

Cuánto desearía que fuera verdad

Vino a mi, buscando un refugio a su infierno, creyendo que yo como ángel salvador lo libraría de las garras de su presente. Vino de nuevo a mi, como el asesino vuelve al lugar del crimen, buscando una pizca de mi amor que lo acogiera en su desolada existencia. Cuando vino, lo hizo porque a donde quería dirigirse no podía, y el lugar más cercano donde sabía encontraría un apoyo era conmigo, su fiel escritora. Lamentablemente se auto convenció que era este el lugar para buscar lo que se le había perdido. 

Llegó sin excusas, y sin saber realmente que decir, esperaba que con unas pocas palabras me lanzara a sus brazos y le dijera lo mucho que lo había extrañado, no lo niego, lo pensé, pero recordé cada uno de los errores cometidos, recordé toda nuestra relación, y realmente ya no había más por vivir, fuimos todo lo que pudimos ser, e intentarlo es volver a cometer los mismos errores. No entendí sus razones ni excusas, solo sabía que lo tenía ahí, a mi lado, como tanto lo había pedido, y ahora que lo tenía, una frase vino a mi cabeza sin ser llamada, "demasiado tarde". Si, ya era demasiado tarde para este encuentro, pues ese sentimiento de nostalgia y desolación que me laceraba la conciencia ya no era, pues no existía en mi sistema.

Vino con la excusa de que yo había sido algo único en su vida, y mucha más palabrería que sinceramente no recuerdo, porque una parte de mi sabe que no era yo la inspiración de esas palabras, la otra parte de mi ser tenía la fe de que sus palabras fueran verdad, realmente nunca lo sabré pero sé que siempre existirá la incertidumbre de si sus palabras eran reales, aunque tengo la certeza que aquel discurso iba dirigido a alguien más. Con la sinceridad del caso y aferrándome al sufrimiento que me causó, con un sutil y prudente "hay que seguir adelante" dejé a entender que de alguna manera el lugar donde me dejo la última vez no es el mismo donde me encuentro ahora.  

Finalmente lo vi marcharse, cabizbajo y encorvado, como nunca lo había visto irse, pues siempre tenía su frente en alto, y su espalda erguida. Quizás eran los tragos, o era el mundo que le pesaba a cuestas, realmente no sé, pero revolvió mi alma, y me recordó que más de una vez yo partí así, con una nube de tormentas que rasgaba mi existencia; ahora era el, aquel que causó más de una vez estás tormentas, quien se marchaba con un rasgo de soledad. Lo quise detener, pero entendí que era el final de una etapa, que lo había perdido muchas veces pero esta era la última, pues se llevó consigo su presencia ausente en mi vida, y de nuevo quede sola, con unos recuerdos irrepetibles e inolvidables, que me llevaré hasta la cenizas en que me convertiré.

Lola

sábado, 26 de abril de 2014

Ladrón de sábado

Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos trucos de magia. Hugo piensa: «¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien aquí?» Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación, pues el marido -lo sabe porque los ha espiado- no regresa de su viaje de negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque sin música no puede vivir.

A Ana, preocupada por Pauli, mientras prepara la cena se le ocurre algo para sacar al tipo de su casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono, la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y. mientras escuchan al gran Benny cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos. Ana se arrepiente de dormirlo pues Hugo se comporta tranquilamente y no tiene intenciones de lastimarla ni violentarla, pero ya es tarde porque el somnífero ya está en la copa y el ladrón la bebe toda muy contento. Sin embargo, ha habido una equivocación, y quien ha tomado la copa con la pastilla es ella. Ana se queda dormida en un dos por tres.

Sólo vine a hablar por teléfono

Una tarde de lluvias primaverales, cuando viajaba sola hacia Barcelona conduciendo un coche alquilado, María de la Luz Cervantes sufrió una avería en el desierto de los Monegros. Era una mexicana de veintisiete años, bonita y seria, que años antes había tenido un cierto nombre como artista de variedades. Estaba casada con un prestidigitador de salón, con quien iba a reunirse aquel día después de visitar a unos parientes en Zaragoza. Al cabo de una hora de señas desesperadas a los automóviles y camiones de carga que pasaban raudos en la tormenta, el conductor de un autobús destartalado se compadeció de ella. Le advirtió, eso sí, que no iba muy lejos.
-No importa -dijo María-. Lo único que necesito es un teléfono.

Era cierto, y sólo lo necesitaba para prevenir a su marido de que no llegaría antes de las siete de la noche. Parecía un pajarito ensopado, con un abrigo de estudiante y los zapatos de playa en abril, y estaba tan aturdida por el percance que olvidó llevarse las llaves del automóvil. Una mujer que viajaba junto al conductor, de aspecto militar pero de maneras dulces, le dio una toalla y una manta, y le hizo un sitio a su lado. Después de secarse a medias, María se sentó, se envolvió en la manta, y trató de encender un cigarrillo, pero los fósforos estaban mojados. La vecina del asiento le dio fuego y le pidió un cigarrillo de los pocos que le quedaban secos. Mientras fumaban, María cedió a las ansias de desahogarse, y su voz resonó más que la lluvia o el traqueteo del autobús. La mujer la interrumpió con el índice en los labios.

-Están dormidas -murmuró.

María miró por encima del hombro, y vio que el autobús estaba ocupado por mujeres de edades inciertas y condiciones distintas, que dormían arropadas con mantas iguales a la suya. Contagiada por su placidez, María se enroscó en el asiento y se abandonó al rumor de la lluvia. Cuando se despertó era de noche y el aguacero se había disuelto en un sereno helado. No tenía la menor idea de cuánto tiempo había dormido ni en qué lugar del mundo se encontraban. Su vecina de asiento tenía una actitud de alerta.

martes, 22 de abril de 2014

Solo eso quiero

No ha pasado más que el tiempo, quien se llevó consigo una parte de mi ser. No hallo un camino a seguir, estoy estancada en el tiempo que nunca existió y con un fantasma que mi grita a voz sorda el dolor de un pasado indescriptible, pues todos los detalles han sido olvidados. Marcho creyendo avanzar, en medio de la pérdida del ser y el sentimiento de desolación que fluye por mis venas. Sigo en la búsqueda de mi felicidad, con una sonrisa en la cara y una sombra espiritual. Estoy buscando en medio de la multitud el refugio a un infierno viviente de soledad, ansiedad y penumbra. Solo quiero una luz en medio del túnel que vibra en mi ser; un descanso a esta vida de ensueño donde no soy ni existo en una época sin tiempo. Necesito urgentemente una muerte que me despierte de la vida.

Lola

domingo, 20 de abril de 2014

La muerte

Toda la vida he pensado en la muerte. Es como parte de mi. Aun en los momentos mas felices, siento que la muerte está a mi lado, a la espera de mi alma. No le temo, no le temo a mi muerte, finalmente, ya no sentiré mas. Blasfemaría si dijera que la muerte me es indiferente, mi mayor temor es la muerte de un ser querido. Con valor y esperanza me gustaría decir, quiero vivir, quiero ser feliz, cuando en mi mente solo pasa el momento de mi fin. Cuando mas desesperada me encuentro, lo deseo, ese golpe de muerte, ese puñal en la espalda; aunque una parte de mi, la conciencia o el corazón, que sé yo, me dice, aún no, no es tu momento. Sé muy bien, que es un secreto, el que debo guardar. Sé muy bien que no debo decir nada a nadie. Quien entendería que todos los días de mi vida, me levanto pensando en si es el día. El momento de descansar. No se si es mi misión en el mundo, pero algo me dice, que mi muerte cambiará todo, es como mi huella en el mundo. Una muerte planeada y prematura. Todos dirán que me faltaba aún vida para morir tan joven; lo que ellos no saben es que ya viví lo suficiente, es que mi vida era la muerte. No hay razón, no hay vida, no hay muerte, sin llanto, sin sonrisas. Alguien se alegrará de mi partida, algunos sufrirán, otros estarán en shock, pero solo yo, desde el mas allá, sabré que era lo correcto, sabré que le quite un peso de encima a mis allegados. Solo he sido un problema, mejor es cerrar los ojos, con las manos entrelazadas en el pecho, una sonrisa fingida, y en un ataúd. 
Aún no se como será, si sera un accidente, un infarto, un suicidio, solo se que pasara, en menos de 10 años saludare a mi padre con un fuerte abrazo, alzaré a Miguel ángel, y me sentaré a hablar con mi abuela, quien quizás no con la mejor actitud, me besara y entenderá porque no fui la mejor persona que pude ser. De alguna manera, en algún momento llegará el día de mi juicio, y seré condenada, pero espero de todo corazón que en mi velorio no corran lágrimas falsas, ni llantos blasfemos. Solo quiero que aún con mis parpados cerrados, te acerques a mi con una rosa amarilla, y veas que hasta el último día de mi vida, y en la eternidad de mi muerte, habré deseado haber muerto a tu lado. Nunca existirá nadie más en tu vida, que haya anhelado tu llegada más que yo y nadie te amará como lo hice yo. Mi muerte la proclamaré como una muerte eterna desde el momento de mi nacimiento. Y ahí yacerá la mujer que ningún día habrás conocido.

Lola

domingo, 13 de abril de 2014

La borrachera

Hay que estar siempre borracho.
Todo consiste en eso: es la única cuestión.
Para no sentir la carga horrible del Tiempo,
que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo,
tenéis que embriagaros sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud,
de lo que queráis. Pero embriagaos.

viernes, 11 de abril de 2014

Domingo 16 de Diciembre de 1958

Nada. Pero no es la misma de siempre. Es, hoy, una nada henchida de presagios. Una resignación activa. Estuve pensando que nadie me piensa. Que estoy absolutamente sola. Que nadie, nadie siente mi rostro dentro de sí ni mi nombre correr por su sangre. Nadie actúa invocándome, nadie construye su vida incluyéndome. He pensado tanto en estas cosas. He pensado que puedo morir en cualquier instante y nadie amenazará a la muerte, nadie la injuriará por haberme arrastrado, nadie velará por mi nombre. He pensado en mi soledad absoluta, en mí destierro de toda conciencia que no sea la mía. He pensado que estoy sola y que me sustento sólo en mí para sobrellevar mi vida y mi muerte. Pensar que ningún ser me necesita, que ninguno me requiere para completar su vida. Anoche hice fantasías sobre la inmortalidad. Me pensé destinada a no morir jamás. Me asusté mucho. No. Sólo la muerte da sentido a la vida. Esta verdad ha encarnado en mí. En suma, más que la angustia y la muerte, me preocupa mi carencia amorosa. Todo mi ser es un tenderse a..., temblorosa de amor, ávida de amar y amar. ¿Cómo no lo comprendí antes? ¿Cómo hube de pensar en mi futuro exilando el amor? Esta mano helada lacerando mi presente, esta espada pavorosa que anonada mis impulsos, esta sensación inocua de que todos mis actos son irrisorios como si se desarrollaran en un escenario de cenizas, todo esto, es mi carencia de amor. Ahora lo comprendo, ahora me han iluminado. Ahora sé que no basta desangrarme en la soledad de mi cuarto al amparo del «amor imposible». ¡Oh, y qué poca cosa es! Sí. He confundido literatura y vida. Me sedujo, por un instante, reencarnar a Mariana Alcoforado. Pero ella se desgarraba con razón, a posteriori. Ella vibró, estalló en el amor, en un amor real, concreto, correspondido. No como yo, que parto de la inmanencia, después de la cual sólo hay locura y muerte. Y nadie, nadie más que yo lo podría amar así. La única solución, si solución se la puede llamar, es la aceptación de la realidad. De la realidad toda. Entonces, muchas cosas cambiarán.

Profunda sensación del absurdo. Pensar en la vida en sus innombrables fatigas, en esta reconstrucción cotidiana que hacemos de nosotros. Si por lo menos hubiera una tregua, en la que el tiempo desapareciera —o en la que volviéramos a otro más nuestro— una tregua o temporada de felicidad, a la manera de un obsequio que nos darían por el hecho de existir. Es increíble que la vida toda sea un concierto de angustias que desemboca en la muerte. No niego que todo esto me pone de buen humor, como si estuviera leyendo una excelente comedia.

Alejandra Pizarnik

jueves, 10 de abril de 2014

Soy más que ayer, menos que mañana.

Estoy dañada. Estoy rota. Soy rara. Estoy rara. No existe alma que entienda la tristeza que se esconde en la risa de mi cuerpo. Nadie ha entendido la llama lenta de mi espíritu. Incomprensible. Altanera. Depresiva. Alegre. Una triste vida apuñalada por la realidad. Una agonía eterna. Desahuciada por la sociedad a causa de la diferencia del color de mis sueños. No soporto a aquellos cuyas prioridades son banales. Incomprendida y en el borde del abismo del infierno llamado rutina. Amando a quien me desprecia y despreciando a quien me ama. Río de tristeza. Lloro de alegría. Canto al compás del silencio. Bailo al ritmo del viento. No soy, no fui, no seré. Simple: Cafeína. Sexo. Alcohol. Cigarrillos. Esa puedo ser yo. Una utopía imperfecta. 
Lola

Bienvenida

Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan solo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero

después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco

yo nostalgio
tu nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie

domingo, 6 de abril de 2014

...

En medio de todo. Con la vida casi apagada. La esperanza agonizando. La verdad perdida en la ciudad. Con el sentimiento nostálgico de un tiempo perdido. En medio del silencio vibrante de las voces hilarantes de mi cabeza. Pienso, recuerdo, analizo y finalmente no llego a nada. Cuando estoy a punto de llegar a la verdad, algo súbitamente recibe mi atención, y desenfoco mis pensamientos. Quisiera que la vida fuera emocionante, llena de excitaciones, orgasmos e ilusiones, con un poco de depresiones, crisis y llanto. ¿Porqué sigo creyéndome viva, si hay más vida en el viento, la tierra, el agua, o el fuego que en mí misma?

Lola

Qué sería sin ti que viniste


Qué sería sin ti que viniste a mi encuentro.
Qué sería sin ti sino un corazón durmiente.
Sino esta hora parada en la esfera del reloj
Qué sería sin ti sino ese balbuceo.

De ti aprendí todo sobre las cosas humanas.
Y vi desde entonces el mundo a tu manera.
De ti aprendí cómo se bebe de las fuentes
Cómo del transeúnte que canta, se toma la canción.
De ti aprendí hasta el sentido del estremecimiento.

miércoles, 2 de abril de 2014

Después que me olvidé de ti

Después que me dijiste adiós, después que te marchaste,
tenía que olvidar tu amor para poder salvarme;
a riesgo de perder la fe tenía que encontrar
otra ilusión, otro querer, volverme a enamorar.

Después, yo creo que así fue,
en tí, ya no pensaba en ti.
Logré borrarte de mi ser
y te saqué del corazón por fin.

Y mira en qué problema estoy, buscando tu reemplazo,
que tenga tu color de piel y el fuego de tus brazos,
tus ojos y tu misma voz, todo lo tuyo igual,
porque después que te olvidé te estoy queriendo más.
te estoy queriendo más.

Después, yo creo que así fue,
en tí, ya no pensaba en ti.
Logré borrarte de mi ser
y te saqué del corazón por fin.

Héctor Ochoa
'No era mi día. Ni mi semana, ni mi mes, ni mi año. Ni mi vida. ¡Maldita sea!'
Charles Bukowski

Carta a Diego Rivera de Frida Kahlo

Mi Diego:
Ahora que hubiera dado la vida por ayudarte, resulta que son otras las 'salvadoras'... Pagaré lo que debo con pintura, y después aunque trague yo caca, haré exactamente lo que me dé la gana y a la hora que quiera... Lo único que te pido es que no me engañes en nada, ya no hay razón, escríbeme cada vez que puedas, procura no trabajar demasiado ahora que comiences el fresco, cuídate muchísimo tus ojitos, no vivas solito para que haya alguien que te cuide, y hagas lo que hagas, pase lo que pase, siempre te adorará tu Frida.