jueves, 29 de mayo de 2014

La inmolación por la belleza

El erizo era feo y lo sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche y, si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor.
Una vez alguien encontró una esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo -como aconsejan los libros de zoología-, tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo, hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso.

Todos acudieron a contemplarlo. Según quién lo mirase, semejaba la corona de un emperador bizantino, un fragmento de la cola del Pájaro Roc o, si las luciérnagas se encendían, el fanal de una góndola empavesada para la fiesta del Bucentauro, o, si lo miraba algún envidioso, un bufón.

El erizo escuchaba las voces, las exclamaciones, los aplausos, y lloraba de felicidad. Pero no se atrevía a moverse por temor de que se le desprendiera aquel ropaje miliunanochesco. Así permaneció durante todo el verano. Cuando llegaron los primeros fríos, había muerto de hambre y de sed. Pero seguía hermoso.

Marco Denevi

martes, 20 de mayo de 2014

No me vengas con eso...

Yo que iba tan tranquilo acercándome al final de mi vida terrenal, de repente dudo y vacilo ¿Es verdad que no hay vacilo para el alma?¿Que morir es dejar de existir? ¿Que la fugaz existencia no tiene la trascendencia que me dejaron intuir?. ¡No! Eso no por favor! Yo con mi libre albedrío me atrevo a decir: Dios mío, que a deber un error, y perdóname señor si con esto te incomodo. Sin embargo de algún modo te lo tengo que decir, no me vayas a salir con que aquí se acaba todo…

Casa tomada

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

lunes, 19 de mayo de 2014

Viceversa

Tengo miedo de verte 
necesidad de verte 
esperanza de verte 
desazones de verte
tengo ganas de hallarte 
preocupación de hallarte 
certidumbre de hallarte 
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte 
alegría de oírte 
buena suerte de oírte 
y temores de oírte

jueves, 15 de mayo de 2014

Que extraño...

Es extraño darse cuenta que por lo que tanto sufriste no vale nada y fue todo una estupidez. Ver que realmente dolió pero no fue suficiente para dejarte estancada. Saber que podrías haberte mejorado al día siguiente. Las verdaderas historias de amor, que son todo felicidad, que realmente llenan de amor la existencia, son las difíciles de olvidar. Es extraño ver a otros perdidamente enamorados o en completa tusa, pero ver que ese sentimiento parece tan real, parece que si los estuvieran matando, o les estuvieran dando vida. Creo que nunca me vi de ninguna manera. Eso es lo raro, darme cuenta que realmente no sufrí, porque el sentimiento no era tan fuerte, pues como dice una frase alguna vez dicha por Mario Benedetti,"y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor". Por eso creo que no fue tan profundo este dolor.Que extraño ver a los demás enamorados de un ausente, de una historia del pasado, que extraña sensación saber que nunca lo he vivido.

He vivido en búsqueda de ese lazo indestructible con alguien, esa necesidad mutua, ya sea de amor o de sufrimiento. Aunque una parte de mi cree que la vivió, no fue suficiente, el amor no fue suficiente, el dolor no fue suficiente, finalmente fue toda una escena en la que me enmascaré.

Lola Alvarez

Continuidad de los parques

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

Julio Cortázar

lunes, 12 de mayo de 2014

One Art

El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.

The art of losing isn't hard to master; 
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster,

sábado, 10 de mayo de 2014

Adelante

 Dime, como se siente que la persona a quien tanto has querido y en quien has puesto tu esperanza, se despida, te de la espalda y se vaya? No crees que es como si todo se te viniera encima? Como si te oprimieran el pecho y te apretujaran el corazón? Ves lo que sentí? Ahora que tu lo sientes y tienes ganas de escapar del mundo, cerrar las persianas y ahogarte entre recuerdos, puedes entender esa maldita desolación que sentí cuando tu te marchaste. Tuviste que vivirlo en carne propia para entender el daño que me habías hecho. Lo siento mucho por ti, pues se que no ves salida, así estuve yo. Pero no te preocupes eventualmente el dolor se hará constante y aceptable, ya no será tan trágico; simplemente dolerá recordar, y te darás cuenta que lo mejor es dejar de pensar y dejar de preguntarte porque no estaban hechos para estar juntos... debes aceptar el hecho que mendigar amor no es justo, y que alguien iluso en un futuro, cuando tu ya estés dispuesto, te dará amor y tu no lo recibirás, y el círculo que acaba de culminar se repetirá.
Mi propósito no es burlarme ni nada, mi único propósito con este texto, que estoy segura que leerás, es darte a entender que el mundo no se ha acabado, que todavía hay esperanza y que finalmente todo saldrá bien. Recuerda si las cosas no están bien no te preocupes que no es el final. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Y aunque sé que mi apoyo poco te apoya, porque estoy lejos y realmente prefiero mantenerme en este radio, intentaré mandarte la energía suficiente para que salgas adelante; yo lo hice, sin tu ayuda, pero no mezquinaré tus acciones, definitivamente somos demasiado diferentes. Adelante.

Lola Alvarez

El despertar

Señor 
La jaula se ha vuelto pájaro 
y se ha volado 
y mi corazón está loco 
porque aúlla a la muerte 
y sonríe detrás del viento 
a mis delirios 

Qué haré con el miedo 
Qué haré con el miedo 

Ya no baila la luz en mi sonrisa 
ni las estaciones queman palomas en mis ideas 
Mis manos se han desnudado 
y se han ido donde la muerte 
enseña a vivir a los muertos 

Señor 
El aire me castiga el ser 
Detrás del aire hay mounstros 
que beben de mi sangre 

Es el desastre 
Es la hora del vacío no vacío 
Es el instante de poner cerrojo a los labios 
oír a los condenados gritar 
contemplar a cada uno de mis nombres 
ahorcados en la nada. 

Señor 
Tengo veinte años 
También mis ojos tienen veinte años 
y sin embargo no dicen nada 

Señor 
He consumado mi vida en un instante 
La última inocencia estalló 
Ahora es nunca o jamás 
o simplemente fue 

¿Còmo no me suicido frente a un espejo 
y desaparezco para reaparecer en el mar 
donde un gran barco me esperaría 
con las luces encendidas? 

¿Cómo no me extraigo las venas 
y hago con ellas una escala 
para huir al otro lado de la noche? 

El principio ha dado a luz el final 
Todo continuará igual 
Las sonrisas gastadas 
El interés interesado 
Las preguntas de piedra en piedra 
Las gesticulaciones que remedan amor 
Todo continuará igual 

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo 
porque aún no les enseñaron 
que ya es demasiado tarde 

Señor 
Arroja los féretros de mi sangre 

Recuerdo mi niñez 
cuando yo era una anciana 
Las flores morían en mis manos 
porque la danza salvaje de la alegría 
les destruía el corazón 

Recuerdo las negras mañanas de sol 
cuando era niña 
es decir ayer 
es decir hace siglos 

Señor 
La jaula se ha vuelto pájaro 
y ha devorado mis esperanzas 

Señor 
La jaula se ha vuelto pájaro 
Qué haré con el miedo 

a León Postrov

Alejandra Pizarnik

viernes, 9 de mayo de 2014

En resumen...

En resumen: a penas te des cuenta que no eres inmortal en este tierra ama profundamente a esa persona que logra hacerte feliz con cualquier tontería, y a penas la veas otra vez dile: "Te apuesto un beso a que vas a querer otro. Vamos a enamorarnos...yo invito"

miércoles, 7 de mayo de 2014

El drama del desencantado

...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.

Gabriel García Márquez

lunes, 5 de mayo de 2014

La razón para no volver a escribir

Que fácil fue para ti, arrancarme de tu piel, y desplazar tu amor a otro cuerpo, a otra alma,
quizás nunca me perteneció, ese, tu amor, ese que mendigue por tanto tiempo,
esperando con el corazón en la mano, que aceptaras el intercambio
me dieras tu corazón a cambio del mio,
eso no sucedió, y me dejaste con la mano estirada.

Aún pregunto que fue lo que te unió tanto a mi,
tal vez me parezco a alguno de tus anteriores amores,
quizás creíste que borraría de tu alma tanto dolor,
pero no calculaste tu miedo, tu vida.

No hubo razones para seguir como estábamos,
y entiendo el final, pero no el comienzo ni el durante,
porque todo en mi era real, todo lo que te entregué era genuino,
era tan verdadero, estaba tan desnuda,
solo quería recibir de ti un poco de compañía, eso era todo,
pretendiste tan bien.