No te dejas ni siquiera acariciar. Tampoco me acaricias. No te das, ni recibes. No quieres que te quieran, ni querer. Encorvado como un camarón te abrazas a tí mismo en tu soledad. Yo, a tu lado, en la cama, me reprimo, apretando mis piernas. Quise alcanzarte con amor y no pude. Pero sé que mañana, cuando no esté a tu lado, tus manos abiertas y tu sexo erguido me buscarán ansiosos y te arrepentirás del "te amo" que nunca dijiste.
Carmen Cecilia Suarez
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