sábado, 22 de febrero de 2014

Un día como hoy

Me despierto en la mañana con ganas de seguir durmiendo, pero la necesidad del cigarrillo me levanta y me devuelve a la realidad. A mi alrededor no hay nadie ni nada, una noche más durmiendo sola, un amanecer de sueños que instantáneamente se convierten en pesadillas. Todas las mañana me hago la misma pregunta, ¿Cómo pude terminar así? No me hallo en esta existencia que cargo, despertarme, arreglarme, manejar, trabajar, y volver a casa cargada de estrés, una cajetilla de cigarrillos, una botella de vino y un buen libro que equilibra mi desespero. Hoy, es domingo, y no tengo nada que hacer, como todos los fines de semana. 

Mientras preparo el desayuno recuerdo esa caja que se ha quedado esperando ser recogida, aquella que hace rato no percibo, sé que existe, sé donde está, pero he evitado a toda costa voltearla a mirar, es como si al verla creyera que me va a gritar lo triste y vacía que es mi vida después de su partida, y de su promesa de volver a recogerla. De su contenido solo tengo que recordar que no lo quiero botar, porque representa 
mi pasado con él. 
De alguna extraña manera me he obsesionado con olvidar y evitar los detalles de mi pasado, he inventado una realidad alterna, donde no hubo sufrimientos ni llanto, solo estuve yo caminando en una vía sin horizonte, donde olvidé las risas y los reclamos por donde transcurrió mi vida. Nunca existió nadie más que yo misma, ni amigas ni hombres, solo yo; me evito recordar haber perdido todo lo que alguna vez tuve, porque sé que finalmente nada nunca volverá a ser igual, y me he intentado convencer que nunca me importo, ni siquiera el hecho de ser asocial y no poder mantener una amistad, ni haber sido la oveja negra de la familia, esa que nunca logró adaptarse a la felicidad que todos profesaban. 

Pero sobre todo, encajoné los recuerdos de una época de mi vida que realmente no parece mi vida, que fue un idilio donde no era yo, porque la tranquilidad, la tristeza y la mirada vacía que tanto me caracterizan desaparecieron, ya no me sentía insulsa, solo me sentía viva, sonreía con la mirada y me reía a carcajadas. Nadie me reconocía, era otra persona, era feliz, en medio de toda la vida que tanto había repudiado. Solo necesitaba despertar un día como hoy, mover el brazo y encontrar el calor de su pecho, sentir su respirar, abrir los ojos y encontrarlo aún dormido. 

Sí, yo quien tanto había criticado el amor, que tanto había señalado a mis amigas por ser tontas y banales al haberse enamorado. A mí, la mujer difícil y dura de enamorar, irónicamente, lo que me salvó de la vida, fue el amor; o ese pedazo de cielo que conocí cuando vi por primera vez a aquel hombre que con un beso lograba sacudirme el suelo, me he obligado a olvidar sus detalles, solo sé que probablemente ha sido lo mejor que el destino pudo haberme entregado. 

Han pasado ya años desde que se fue, excusando su partida en mi frialdad y su poca importancia en mi vida. Ja! si supiera, si realmente supiera todo lo que callé para evitar espantarlo, pues el sentimiento rebosaba los límites de la cordura, pero si hubiera sido una mujer normal, como todas las demás, y hubiera decidido expresarle cada una de las estrellas que sentía cuando su piel rozaba la mía para retenerlo, no sería lo mismo, porque si no podía leer en mi mirada que era lo único que valía la pena en mi vida, entonces no había caso que yo le rogara. 

A su partida, vinieron noches de insomnios, de borracheras, de cigarrillos, de sexo banal, de un ir y venir sin sentido. No me hallaba, no me conformaba, quería morir, como toda mi vida lo quise hacer. Si, pensé en suicidarme, finalmente nadie lloraría mi partida, la cual estuve planeando por meses. No he llevado a cabo el plan, aunque realmente no sé bien porque, tal vez soy muy cobarde o quizás soy muy valiente y quiero luchar en la vida. Pues eso sería de ahí en adelante mi existencia, una lucha diaria por levantarme y existir como alguien normal. Aunque siendo sincera creo que algo en mi sigue esperando su regreso. 

Un día como hoy, aunque yo ya no lo recuerde porque nunca nada pasó, y todo fue producto de mi imaginación. Hace cinco años, sentada en el borde de la cama, fumándome un Marlboro al voltear la vista y verlo ahí, dormir, como si nunca se nos fuera a caer la vida encima, me di cuenta que nunca sería tan libre como cuando amanecía entre sus brazos, cerraba los ojos y soñaba que volaba. Un día como hoy, sólo me queda el cigarrillo y la silueta de su cuerpo en el colchón de mi cama.

Lola Álvarez

2 comentarios:

  1. es el dolor del amor...
    todo gira, el dinero no es de nadie solo da vueltas...
    aquellos rincones que son suburbios de nuestra habitación dilatan la memoria, haciéndola pequeñita tanto que lo llena un recuerdo,
    pero lamentablemente para los enamorados la vida sigue, y a veces como nosotros sin amor...

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    1. Efectivamente la vida continúa y uno sigue en el mismo lugar, sin amor...

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