domingo, 27 de abril de 2014

Cuánto desearía que fuera verdad

Vino a mi, buscando un refugio a su infierno, creyendo que yo como ángel salvador lo libraría de las garras de su presente. Vino de nuevo a mi, como el asesino vuelve al lugar del crimen, buscando una pizca de mi amor que lo acogiera en su desolada existencia. Cuando vino, lo hizo porque a donde quería dirigirse no podía, y el lugar más cercano donde sabía encontraría un apoyo era conmigo, su fiel escritora. Lamentablemente se auto convenció que era este el lugar para buscar lo que se le había perdido. 

Llegó sin excusas, y sin saber realmente que decir, esperaba que con unas pocas palabras me lanzara a sus brazos y le dijera lo mucho que lo había extrañado, no lo niego, lo pensé, pero recordé cada uno de los errores cometidos, recordé toda nuestra relación, y realmente ya no había más por vivir, fuimos todo lo que pudimos ser, e intentarlo es volver a cometer los mismos errores. No entendí sus razones ni excusas, solo sabía que lo tenía ahí, a mi lado, como tanto lo había pedido, y ahora que lo tenía, una frase vino a mi cabeza sin ser llamada, "demasiado tarde". Si, ya era demasiado tarde para este encuentro, pues ese sentimiento de nostalgia y desolación que me laceraba la conciencia ya no era, pues no existía en mi sistema.

Vino con la excusa de que yo había sido algo único en su vida, y mucha más palabrería que sinceramente no recuerdo, porque una parte de mi sabe que no era yo la inspiración de esas palabras, la otra parte de mi ser tenía la fe de que sus palabras fueran verdad, realmente nunca lo sabré pero sé que siempre existirá la incertidumbre de si sus palabras eran reales, aunque tengo la certeza que aquel discurso iba dirigido a alguien más. Con la sinceridad del caso y aferrándome al sufrimiento que me causó, con un sutil y prudente "hay que seguir adelante" dejé a entender que de alguna manera el lugar donde me dejo la última vez no es el mismo donde me encuentro ahora.  

Finalmente lo vi marcharse, cabizbajo y encorvado, como nunca lo había visto irse, pues siempre tenía su frente en alto, y su espalda erguida. Quizás eran los tragos, o era el mundo que le pesaba a cuestas, realmente no sé, pero revolvió mi alma, y me recordó que más de una vez yo partí así, con una nube de tormentas que rasgaba mi existencia; ahora era el, aquel que causó más de una vez estás tormentas, quien se marchaba con un rasgo de soledad. Lo quise detener, pero entendí que era el final de una etapa, que lo había perdido muchas veces pero esta era la última, pues se llevó consigo su presencia ausente en mi vida, y de nuevo quede sola, con unos recuerdos irrepetibles e inolvidables, que me llevaré hasta la cenizas en que me convertiré.

Lola

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