miércoles, 30 de abril de 2014

One miracle in a rainy afternoon... Part I

No se que ha pasado en los últimos meses. Creo que he borrado, inconscientemente todo registro del último año de mi vida. De alguna manera he llegado a un punto de mi camino, en el que estoy perdida en un parque, sin pasado ni futuro, sin ir ni venir, solo con un leve recuerdo de un pasado imperdonable. Sé, a ciencia cierta, que definitivamente ya no soy quien era antes, sé que la vida me ha golpeado de tal manera que es difícil volver a sonreír. El viento trae recuerdos y con ellos sentimientos, el sol incandescente me imposibilita la vista, y cierro los ojos. Me transporto inmediatamente a mi niñez, a esa felicidad que me invadía escuchar el timbre del citofono, esa cita tan esperada llegaba por mi. Corría sin medida, sin pensar en las consecuencias, sin pensar que podría tropezar y saltar por la ventana, solo corría escaleras abajo, con el corazón a mil por segundo, era más ansioso el momento desde que llegaba, que toda la espera anterior, solo quería correr más rápido para llegar a su presencia, lanzarme a sus brazos y volar; eso para mi era lo único que significaba la felicidad, ese sentimiento de grandeza al ver sus ojos verdes, que con autoridad me inspiraban amor y compincheria, ese hombre a quien tanto amé, era mi más grande felicidad; desde que volvía a partir, contaba los días para su próxima visita. De repente el sonido de las llantas de un carro me traen a la realidad, aún me recorre la sensación de felicidad al abrir los ojos, siento el vacío de esa ausencia que me ha marcado de por vida.

Quizás su ausencia me marco la existencia por completo, y a lo largo de mi vida solo he buscado ese afecto que tanto me negaron. Ahora sentada acá, recuerdo perfectamente como si fuera ayer, cada una de las noches que me acostaba llorando por la falta de atención que recibía de los diferentes niños que me gustaban, porque no me conformaba con enamorarme de uno no más, tenía que tener opciones, que lamentablemente todas fracasaban. Sí, realmente fue una infancia difícil, pero no por eso en la vida me he hecho la víctima ante los demás, antes, intenté alzar la cabeza, pareciendo fuerte e invencible, aunque en el interior me sintiera como una triste mosca cegada por la luz de una lámpara, completamente insignificante.

Se vienen recuerdos en ráfaga, y de nuevo es como si volara sobre mi subconsciente, y desde un plano lejano alcanzo a percibir una discusión entre un par de jóvenes, el esta negando y agitando sus manos, la grita y le da la espalda, inmediatamente el panorama se torna gris. Sus ojos vidriosos, los de ella, lo ven marchar en medio de la noche, con el corazón en la mano, lo ve subirse a un taxi y se pierde en la ciudad. Era yo, la primera vez que me rompieron el corazón, mi pecho se oprime y se me dificulta respirar, abro los ojos, y recuerdo que estoy en el parque, ahora se escondió el sol detrás de un nubarrón, se me sube un nudo a la garganta que retiene las ganas de llorar. Llevo mucho tiempo guardando lágrimas que de golpe se vienen a acongojarme la existencia.

Sin orden ni sentido, llega a mi el aroma del café, voces masculinas, veo hombres mayores vestidos de corbata, de frente lo veo a el, lo recuerdo tan perfectamente, su cicatriz en la nariz, sus pequeños crespos, su tez blanca como la nieve, su apariencia languirucha, mientras lo escucho vehemente me sonríe, sabe que por más que me hable, poca o nula atención le prestaré, como siempre, vivo pensando en otra cosa (si hubiera sabido que era en lo único que pensaba), que sonrisa aquella que me regalaba, su manos firmes y grandes, esos sueños que en servilletas de cafetería del centro me plasmaba, nuestras filosofías que sin duda cambiarían el rumbo del mundo; si, definitivamente en esas tardes de café había encontrado el placer en la felicidad de estar solo con esa persona que te hace sentir tan bien.

Después de tanto tiempo, parece tan lejana la persona que era en aquel tiempo, sin preocupaciones reales, sin necesidades. Esos instantes de felicidad, fueron por mucho tiempo lo que intenté encontrar en cada uno de los hombres con los que salí, pequeños momentos perfectos que ya nunca más habré de vivir. Ahora con tantas experiencias en cima, me dan ganas de susurrarme al oído, no desesperes, todo va a estar bien. Aún cuando hoy no encuentro salida alguna a este pozo de olvido en el que me encuentro, me gustaría creer que todo estará bien.

Continuará...

Lola

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